
El Elefante y el Loro Parlanchín
En una vasta sabana, donde los días eran cálidos y las noches frescas, vivía un elefante llamado Eloy. Eloy era un elefante grande y bondadoso, conocido por su fuerza y su enorme corazón. Pasaba la mayor parte de su tiempo ayudando a otros animales, ya fuera empujando troncos caídos, llenando charcos de agua con su trompa o simplemente escuchando sus problemas.
Un día, mientras Eloy paseaba cerca de un enorme baobab, escuchó un sonido peculiar. Era un chillido agudo, seguido de un parloteo constante. Al acercarse, descubrió a un loro de plumas verdes brillantes que parecía estar en problemas. Estaba atrapado entre las ramas de un arbusto espinoso y no podía liberarse.
“¡Ayuda! ¡Sácame de aquí! ¡Estas espinas son terribles!”, gritaba el loro con desesperación.
Eloy se acercó con cuidado y dijo con voz calmada: “No te preocupes, pequeño amigo. Te sacaré de ahí.” Con su trompa, apartó suavemente las ramas espinosas, permitiendo que el loro saliera volando.
“¡Gracias, gracias, amigo elefante!”, exclamó el loro, revoloteando alrededor de Eloy. “Soy Lucas, el loro más listo de toda la sabana. ¿Cómo puedo agradecerte por salvarme?”
Eloy sonrió y respondió: “No necesitas agradecerme. Ayudar es lo que me gusta hacer.”
Pero Lucas no era un loro que aceptara un no por respuesta. “¡Claro que sí! ¡Voy a devolverte el favor, lo quieras o no!”
Desde ese día, Lucas decidió seguir a Eloy a todas partes. El elefante, aunque acostumbrado a estar solo, pronto se dio cuenta de que la compañía de Lucas era divertida. El loro era hablador, bromista y siempre encontraba formas de hacer reír a Eloy, incluso en los días más calurosos.
Una tarde, mientras ambos descansaban junto a un lago, Lucas comenzó a contarle a Eloy sobre un lugar especial en la sabana. “He oído hablar de un árbol mágico que da frutos dorados. Dicen que quien los come obtiene fuerza y energía para toda la vida.”
Eloy rió y dijo: “No creo necesitar más fuerza, pero suena interesante. ¿Dónde está ese árbol?”
Lucas respondió con entusiasmo: “¡Está al otro lado de la sabana, en la colina de los vientos! Pero llegar allí no es fácil. Hay que cruzar ríos, esquivar a los leones y atravesar terrenos rocosos.”
Eloy pensó por un momento y luego dijo: “Parece un viaje emocionante. ¿Por qué no vamos juntos?”
Así comenzó la aventura de Eloy y Lucas. En su camino, enfrentaron varios desafíos. Primero, tuvieron que cruzar un río caudaloso. Lucas, siendo pequeño, simplemente voló sobre el agua, pero Eloy tuvo que buscar un lugar donde el río fuera menos profundo. Con su gran tamaño, logró cruzar sin problemas, pero no sin empapar su trompa y sus orejas, lo que provocó una carcajada de Lucas.
Más adelante, se encontraron con un grupo de leones descansando bajo la sombra de un árbol. Lucas, que era muy astuto, voló hacia ellos y comenzó a distraerlos con su parloteo. Mientras los leones intentaban seguir al loro ruidoso, Eloy pasó silenciosamente por detrás, agradeciendo la habilidad de Lucas para hablar sin parar.
Después de horas de caminata, finalmente llegaron a la colina de los vientos. En la cima, encontraron un árbol enorme, cuyas ramas estaban llenas de frutos dorados que brillaban bajo el sol. Eloy y Lucas se quedaron maravillados.
“¡Lo encontramos, Eloy!”, exclamó Lucas emocionado. “Pero... ¿cómo llegamos a esos frutos? Están muy altos.”
Eloy sonrió. “Déjamelo a mí.” Usando su trompa, alcanzó las ramas más altas y arrancó algunos frutos dorados. Al probarlos, sintió un sabor dulce y refrescante, como si hubiera bebido agua fresca después de un largo día bajo el sol.
Lucas también probó un pedazo y comenzó a volar más rápido que nunca. “¡Esto es increíble! ¡Tengo más energía que un huracán!”
Contentos con su descubrimiento, Eloy y Lucas decidieron llevar algunos frutos de regreso para compartirlos con los otros animales de la sabana. “Estos frutos no solo nos ayudarán a nosotros, sino a todos nuestros amigos”, dijo Eloy mientras cargaba los frutos en su espalda.
De regreso, los animales se sorprendieron al ver los frutos dorados y escucharon con atención la historia de cómo Eloy y Lucas habían trabajado juntos para encontrarlos. Todos celebraron esa noche, compartiendo los frutos mágicos y agradeciendo la bondad de Eloy y la inteligencia de Lucas.
Desde entonces, el elefante y el loro se convirtieron en inseparables. Aprendieron que, aunque eran muy diferentes, juntos eran un equipo perfecto. Eloy aportaba su fuerza y paciencia, mientras que Lucas añadía creatividad y alegría a cada situación.
Y así, en la vasta sabana, se contaba la historia del elefante y el loro, que juntos demostraron que la verdadera amistad puede superar cualquier desafío.