El Viaje a la Puerta de Cristal

Era el día del gran examen en la escuela, y Juan, Lucía y Marcos no estaban nada preparados. El nerviosismo de la prueba les pesaba, y mientras todos se apresuraban a entrar al aula, ellos se sentaron en una esquina, mirando sus libros con desesperación. Sin embargo, en lugar de estudiar, se distrajeron buscando algo que los sacara de esa situación.

Marcos, siempre el más curioso, fue el primero en notar algo extraño. Mientras paseaban cerca de la biblioteca, vio una puerta que nunca antes había visto. No tenía manija ni cerradura, pero al acercarse, la puerta pareció brillar débilmente, como si invitara a entrar.

"¿Lo ven?" murmuró Marcos a sus amigos.

Lucía, que siempre era la más valiente del grupo, fue la primera en acercarse. "Esto debe ser un error, nunca hemos visto esto en la escuela."

"¿Y si es un portal?" dijo Juan, con una sonrisa nerviosa.

Intrigados y sin pensarlo dos veces, empujaron la puerta. Al instante, fueron absorbidos por una corriente de aire que los arrastró dentro. Cerraron los ojos, y cuando los abrieron, ya no estaban en el colegio. En su lugar, se encontraron en un mundo extraño y desconocido. El paisaje era colorido y surrealista, con árboles flotantes y montañas que se movían lentamente.

"¿Qué es esto?" exclamó Lucía.

"Creo que nos metimos en algo mucho más grande de lo que imaginábamos," dijo Juan, mirando a su alrededor.


El Mundo Mágico

Cuando los tres amigos cruzaron el portal, un brillo cegador los envolvió. Por un momento, no pudieron ver nada. Pero al recuperar la vista, se encontraron en un paisaje impresionante. El cielo era de un tono violeta brillante, con nubes esponjosas que flotaban como algodón. El suelo, en lugar de tierra, era una mezcla de cristales de colores que brillaban bajo sus pies, creando patrones que se movían al ritmo de sus pasos.

"¡Wow!" exclamó Marcos, mirando a su alrededor. "Nunca he visto algo así."

De repente, una figura flotante se acercó. Era un pájaro de plumas doradas y alas iridiscentes. Voló hacia ellos, haciendo un sonido musical con cada batir de sus alas.

"¡Hola, viajeros!" cantó el pájaro con una voz melodiosa. "Bienvenidos al Mundo de las Estrellas. Este es un lugar de magia, aventuras y secretos. Pero cuidado, aquí todo cambia, y nada es lo que parece."

Juan, que ya empezaba a sentirse un poco abrumado, preguntó: "¿Cómo podemos regresar a casa?"

"Solo hay una forma de salir", respondió el pájaro, moviendo su pico hacia una montaña lejana. "Deben encontrar la Puerta de Cristal, pero no será fácil. El camino está lleno de desafíos y criaturas misteriosas. Asegúrense de mantener la calma, y recuerden que todo en este mundo tiene un propósito."

Sin pensarlo mucho, los tres amigos comenzaron a caminar hacia la montaña, decididos a encontrar la salida. A medida que avanzaban, el paisaje cambiaba a su alrededor. Los árboles, de troncos plateados, se movían suavemente como si respiraran. Entre las ramas, criaturas con alas de mariposa pasaban volando, dejando rastros de polvo de estrellas.

De pronto, el suelo comenzó a temblar. Una gran sombra apareció sobre ellos. Miraron hacia arriba y vieron a un dragón gigante de escamas moradas que volaba en círculos. Su mirada penetrante se posó en ellos, pero no atacó. En su lugar, les habló con una voz profunda:

"¿Qué buscan en mi territorio?"

Lucía, siempre rápida para reaccionar, dio un paso adelante. "Buscamos la Puerta de Cristal para regresar a casa."

El dragón los observó por un largo momento, y luego soltó una risa baja. "Para encontrar lo que buscan, deben atravesar el Bosque de los Susurros. No es un lugar sencillo, pero si están decididos, el camino se revelará."

Y sin más, el dragón voló hacia el horizonte, dejando a los tres amigos con más preguntas que respuestas.

"El Bosque de los Susurros..." repitió Marcos. "¿Qué será eso?"

"Supongo que lo descubriremos pronto", respondió Juan, mientras comenzaban su viaje hacia el bosque misterioso.


La Casa Gigante de la Bruja

El camino hacia el Bosque de los Susurros se hizo cada vez más difícil. A medida que avanzaban, los árboles parecían susurrar entre ellos, y extrañas luces brillaban a lo lejos. De repente, en medio de la neblina, vieron una gran casa que se alzaba ante ellos. Era una mansión de proporciones gigantescas, con ventanas que se extendían hasta el cielo y puertas de madera antigua que chirriaban con el viento.

"¿Una casa aquí, en medio del bosque?" preguntó Lucía, mirando confundida.

Antes de que pudieran responder, una voz suave y melodiosa llegó hasta ellos desde el interior.

"Bienvenidos, mis queridos huéspedes. He estado esperando a alguien como ustedes."

Sorprendidos, los tres se acercaron a la puerta y la encontraron entreabierta. Dentro, todo parecía enorme: los muebles eran tan grandes como montañas, y las escaleras parecían interminables. En el centro de la sala, una mesa gigantesca estaba llena de deliciosos manjares, frutas brillantes, pasteles de colores y bebidas burbujeantes.

"¡Qué raro!" dijo Juan, mirando los manjares con curiosidad. "Esto parece un sueño."

"Vamos, no hay que ser tímidos", dijo la voz de nuevo. "Coman, coman. Estoy segura de que les gustará."

Una figura apareció en la sombra. Era una mujer alta, vestida con un manto oscuro y con una sonrisa que parecía cálida, pero no del todo sincera. Tenía ojos brillantes y una risa suave, pero había algo en su mirada que hizo que los niños se sintieran incómodos.

"Soy la señora Estela, la dueña de esta casa. He vivido aquí muchos años, y me encantaría hacerlos sentir como en casa."

Lucía, siempre cautelosa, susurró a sus amigos: "Algo no me gusta de esta mujer. Pero tal vez sea solo mi intuición."

Marcos, que ya estaba comiendo un trozo de pastel, no escuchó y siguió disfrutando de la comida. "¡Está buenísima!"

La bruja, Estela, observó con interés a los niños mientras comían. Pronto, comenzaron a sentirse extraños. Sus cuerpos se volvían pesados, como si el aire mismo estuviera impregnado de algo misterioso. Los colores brillantes de la casa comenzaron a desvanecerse, y la atmósfera se volvió más oscura.

De repente, Juan se detuvo, con el corazón acelerado. "¡Esto... no está bien!"

Antes de que pudiera decir más, la bruja soltó una risa malvada, y las paredes de la casa comenzaron a cerrarse, aprisionándolos en el interior. Los muebles y las puertas ahora parecían moverse por su propia voluntad, como si la casa estuviera viva.

"¡Así que han descubierto mi pequeño truco!" dijo Estela, su voz ahora fría y venenosa. "Pensaron que era amable, pero en realidad, este es mi truco para atrapar a niños curiosos. El manjar que comieron está encantado, y ahora son mis prisioneros."

Lucía, mirando a su alrededor, vio una pequeña ventana que daba a un jardín oscuro. "¡Tenemos que salir de aquí!" exclamó.

Juan, sintiendo cómo la magia de la bruja lo rodeaba, intentó recordar lo que el pájaro dorado les había dicho sobre mantener la calma. "¡Hay que pensar rápido!"

De pronto, un fuerte estruendo retumbó por la casa, y los tres niños corrieron hacia la ventana. Con un esfuerzo, consiguieron abrirla, y al saltar hacia el jardín, el aire fresco los despertó del hechizo. La casa comenzó a desmoronarse a su alrededor, como si la magia que la mantenía en pie se hubiera roto.

Estela, furiosa, intentó alcanzarlos, pero antes de que pudiera hacer nada más, la casa se desplomó en un mar de sombras y polvo. Los niños quedaron libres, pero sabían que la bruja no se rendiría tan fácilmente.

"Eso fue demasiado cerca", dijo Marcos, respirando con dificultad.

"Pero lo importante es que seguimos juntos", respondió Lucía, mirando a sus amigos.

Con la bruja derrotada por ahora, los tres amigos se alejaron rápidamente, sabiendo que su aventura aún no había terminado. La Puerta de Cristal estaba más cerca que nunca, pero nuevos peligros y misterios les esperaban.


El Dragón Amable y la Puerta del Cristal

Después de escapar de la casa de la bruja, los tres amigos siguieron su viaje a través del misterioso mundo. Día tras día, atravesaron paisajes que cambiaban constantemente. A veces caminaban por praderas llenas de flores que cantaban al viento, otras veces por bosques donde los árboles susurraban secretos al oído. Pero a pesar de todo lo fascinante que veían, el cansancio empezaba a hacer mella en ellos.

Una tarde, mientras descansaban bajo un árbol de hojas plateadas, escucharon un sonido a lo lejos: un rugido suave, como el viento acariciando las montañas. Miraron hacia arriba y vieron a un enorme dragón de escamas brillantes, en tonos de verde esmeralda y azul, que descendía suavemente hacia ellos.

"¡No puede ser!" exclamó Juan. "Es un dragón, pero parece tan... tranquilo."

El dragón aterrizó suavemente frente a ellos. A diferencia de los dragones que habían imaginado, este parecía amigable. Tenía unos ojos grandes y cálidos, y una sonrisa amable.

"Hola, pequeños viajeros", dijo el dragón con una voz profunda pero suave. "He estado observando su viaje y sé lo que buscan. La Puerta de Cristal está cerca, pero el camino es complicado. Sin embargo, si lo desean, puedo llevarlos hasta allí."

Lucía, siempre desconfiada pero también curiosa, miró al dragón con cautela. "¿Y por qué querrías ayudarnos?"

El dragón inclinó la cabeza, como si entendiera su duda. "Este mundo es muy antiguo y está lleno de secretos. No todos los seres que viven en él son malvados. Yo solo quiero ayudar a aquellos que son valientes y tienen buen corazón. Además, no todos los días se ve a niños tan decididos."

Marcos, con su habitual entusiasmo, saltó de alegría. "¡Eso sería increíble! ¡Podríamos llegar mucho más rápido!"

"Entonces, suban a mi espalda", dijo el dragón con una sonrisa amplia. "Les mostraré el camino."

Sin dudarlo, los tres amigos subieron con cuidado a la espalda del dragón, que se elevó al cielo con un rugido suave. Volaron sobre montañas de cristal que reflejaban el sol como espejos, atravesaron nubes de colores que cambiaban con cada segundo, y vieron ríos que fluían en el aire, como si desafiara la gravedad.

Después de varios minutos de vuelo, el dragón comenzó a descender hacia un valle rodeado por gigantescas columnas de cristal. En el centro de este valle, brillaba una puerta gigantesca, hecha completamente de cristal transparente que reflejaba la luz del sol en mil colores.

"¡Allí está!" gritó Lucía, señalando la puerta.

El dragón aterrizó suavemente cerca de la puerta. "Aquí es donde termina su viaje. La Puerta de Cristal solo se abre para aquellos que han demostrado ser dignos. Ahora es su turno."

Los niños bajaron con cuidado y se acercaron a la puerta. Ante ellos, el cristal comenzó a brillar con fuerza. Al tocarlos, sintieron una corriente mágica que los envolvía, como si la puerta estuviera reconociéndolos.

"Gracias por su ayuda", dijo Juan al dragón, mirando hacia atrás.

"Ha sido un placer acompañarlos", respondió el dragón. "Recuerden siempre que la verdadera magia está en su valentía y en la amistad que comparten. ¡Buena suerte en su regreso!"

Con una última sonrisa, el dragón alzó vuelo, desapareciendo en el horizonte. Los tres amigos se acercaron a la puerta, y con una luz cegadora, la puerta se abrió ante ellos, revelando el camino de regreso a su hogar.


El Regreso al Colegio

Cuando los tres amigos cruzaron la Puerta de Cristal, se encontraron de nuevo en el aula de su colegio. La misma sala, las mismas mesas, pero algo era diferente. La luz del sol entraba por la ventana, pero no era la luz que recordaban. Todo parecía un poco... más brillante, más nítido, como si hubieran regresado a un lugar familiar, pero al mismo tiempo extraño.

"¡Estamos de vuelta!" exclamó Lucía, mirando alrededor confundida.

Pero algo no encajaba. De repente, sonó una alarma ruidosa, cortando el silencio que reinaba en la sala. Todos los compañeros de clase comenzaron a murmurar, y la profesora, que parecía completamente tranquila, observó a los niños con una expresión seria.

"¿Qué está pasando?" dijo Marcos, mirando a su alrededor. "¿Por qué todos parecen tan tranquilos?"

Juan frunció el ceño y miró el reloj. "¡Esto no tiene sentido! Han pasado... ¡muchos días! ¿No estábamos en medio de un examen?"

"Sí, pero..." Lucía comenzó a decir, pero antes de que pudiera terminar, todos se dieron cuenta de algo aún más extraño: no había señales de que el examen hubiera terminado. Las hojas estaban en la mesa, tal como las habían dejado, pero el reloj mostraba una hora completamente diferente.

"¡Esto no puede ser!" dijo Marcos, comenzando a darse cuenta de que algo había cambiado. "¿Cuántos días han pasado realmente?"

La profesora miró a los tres niños con una sonrisa que no lograba disimular algo de misterio. "Bienvenidos de vuelta, chicos. Han estado... ausentes por un tiempo. El examen terminó hace días, pero parece que se quedaron atrapados en su propia prueba."

"¿Atrapados?" preguntó Lucía, desconcertada.

"Sí", dijo la profesora, que de repente parecía mucho más sabia y seria. "Este examen no solo era sobre conocimientos, sino sobre coraje, amistad y el poder de resolver lo imposible. Lo que vivieron en ese mundo fue un reflejo de sus mentes, sus miedos y sus deseos. De alguna forma, lograron superar todo eso."

Los niños miraron a sus compañeros de clase, que los observaban con asombro. Nadie parecía tener idea de lo que había ocurrido, pero había algo en sus ojos que no podían ignorar. Ellos, los tres, sabían que algo extraordinario había pasado.

"Entonces, ¿todo eso fue... real?" preguntó Juan.

La profesora asintió lentamente. "Lo fue. Y ahora, como han aprendido, pueden llevar esas lecciones con ustedes. El tiempo, el valor y la magia de este lugar son más poderosos de lo que pueden imaginar."

Justo en ese momento, la alarma dejó de sonar, y el aula volvió a la normalidad. Los demás estudiantes comenzaron a recoger sus cosas, como si nada hubiera pasado. Pero para Juan, Lucía y Marcos, ese día no sería como cualquier otro.

"Creo que nunca olvidaremos esta aventura", dijo Lucía con una sonrisa, mirando a sus amigos.

"Y nunca volveremos a ver un examen de la misma manera", respondió Marcos, riendo.

Aunque ya estaban de vuelta en su realidad, sabían que el mundo mágico que habían visitado siempre estaría en sus recuerdos, un lugar donde habían descubierto la fuerza de su amistad y el verdadero significado de ser valientes.