
El Zorro Blanco y el Secreto del Invierno
En lo más profundo del Bosque Helado, donde los árboles dormían cubiertos de nieve y el viento silbaba como una vieja canción, nació un zorro diferente a todos los demás. Mientras sus hermanos tenían el pelaje rojizo y dorado como las hojas de otoño, él era completamente blanco, como si la nieve misma lo hubiera moldeado.
Su madre lo llamó Nieve, y aunque lo amaba con todo su corazón, los demás zorros lo miraban con extrañeza.
—Nunca podrás esconderte bien —se burlaban algunos.
—Pareces un fantasma en la nieve —decían otros.
Pero lo que nadie sabía era que Nieve no solo era diferente por su color… Algo en su interior lo hacía especial, aunque él aún no lo entendía.
Desde pequeño, sentía que el invierno le hablaba. Cuando corría, el viento soplaba con más fuerza. Cuando dormía, la nieve caía más suave. Y a veces, cuando estaba muy feliz, pequeños copos de nieve giraban a su alrededor como si bailaran con él.
Una noche, Nieve tuvo un sueño extraño. Estaba en un bosque cubierto de estrellas, y frente a él había un viejo búho de ojos dorados.
—Eres el hijo del invierno —le dijo el búho—. La nieve corre por tus venas.
—¿Hijo del invierno? —preguntó Nieve, confundido.
—Debes encontrar el Corazón del Invierno —dijo el búho—. Solo entonces descubrirás quién eres realmente.
Nieve despertó sobresaltado. Miró a su alrededor, pero todo estaba en calma. ¿Había sido solo un sueño?
Pero en lo más profundo de su corazón, sintió que era más que eso.
A la mañana siguiente, decidió ir en busca de respuestas. Se despidió de su familia y partió hacia las montañas más altas, donde la nieve nunca se derretía. Sabía que, de alguna manera, allí encontraría su destino.
El viaje fue difícil. Tuvo que cruzar ríos congelados, escalar rocas resbaladizas y enfrentarse a tormentas de nieve. Pero algo en su interior lo impulsaba a seguir adelante.
Tras días de caminata, llegó a una cueva oculta entre las montañas. En su interior, el hielo brillaba con un resplandor azul. Y en el centro de la cueva, enterrada bajo una capa de escarcha, encontró una piedra azul resplandeciente.
Cuando la tocó, una ráfaga de viento helado lo envolvió y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
Entonces, una voz profunda resonó en la cueva:
—Bienvenido, Guardián del Invierno.
Nieve miró a su alrededor, pero no había nadie. Sin embargo, dentro de sí, algo había cambiado. De repente, comprendió que no estaba solo. La nieve, el hielo y el viento siempre habían estado con él.
Era parte de ellos.
Era el Guardián del Invierno.
Y su verdadera historia apenas comenzaba.